"Esto" es demostrativo e indica proximidad. Los demostrativos se utilizan para indicar la distancia entre el hablante y el tema que se está discutiendo. Así, ayudan a localizar, porque determinan una posición. Pero esta palabra tiene otros significados en otros contextos. Como reveló el antropólogo francés Marcel Mauss en su ensayo Essai sur le don (1925), entre los maoríes, se trata de un valor espiritual atribuido a determinados objetos. La definición de museo, históricamente, proviene de su colección, del carácter público de un fondo que es de todos y ayuda a crear conocimiento e imaginar la comunidad.
Este doble sentido actúa como puerta de entrada a la reordenación de la colección del museo, que se inicia en los años cincuenta, con el regreso de Hispanoamérica de Mari Paz Jiménez, Jorge Oteiza y Néstor Basterretxea, y continúa hasta nuestros días, investigando lo que el teórico Hal Foster llamado "el retorno de lo real". Ha iniciado algunos movimientos básicos, que activan una narrativa que siempre está en construcción. Esta presentación incluye más de un centenar de obras de arte, documentos y materiales de archivo, del siglo XX. En la segunda mitad del siglo XX, los contextos que los artistas ayudaron a construir y los contextos en los que trabajaron proporcionaron una forma de investigar.
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"Esto" es un puntero que indica proximidad. Los punteros se utilizan para indicar la distancia entre el hablante y lo hablado. En muchas lenguas hay tres grados: el que está aquí, el que queda allá y el que está allá. Esta distancia se refiere no sólo al espacio, sino también al tiempo. Cuando se utiliza para expresar tiempo, se refiere al momento en que se produce el discurso: ahora, hace poco o ayer. Es fundamental revelar dónde y cuándo se envía el mensaje, quién propone el punto de vista. Los punteros, en este sentido, ayudan a localizar, porque aclaran una posición.
Pero la palabra "esto" también tiene significados diferentes en otros contextos, muy lejanos. El antropólogo francés Marcel Mauss en su libro más famoso, Essai sur le don. Siguiendo el relato contenido en Forme et raison de l'échange dans les societés archaiques (1925), este es el valor espiritual que se otorga a los objetos donados en la cultura maorí polinesia. En este caso, ésta es el alma de las cosas que se dan, que anima y es parte de uno mismo, y cuando se hace un intercambio, obliga a devolver o reproducir el don. La definición de museo, históricamente, proviene de su colección, del carácter público de un fondo de obras que pertenece a todos y ayuda a crear un conocimiento -un don- que permite también la representación de una comunidad.
Este doble sentido funciona como portal de reordenación de la colección del Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco. Esta reorganización se inició en los años cincuenta y ha llegado hasta nuestros días a partir de algunos movimientos básicos. Estos movimientos, al igual que la reorganización anterior, activan una narrativa que siempre está en construcción. Esta exposición reúne más de un centenar de obras de arte, documentos y materiales de archivo en las salas del museo, y provoca tensiones y encuentros entre expresiones artísticas creadas en las cinco décadas que abarca.
Sabiendo que toda lectura se estructura desde el presente, que interpela el pasado pero también se proyecta hacia el futuro, la cronología de esta exposición tiene rupturas y superposiciones temporales en sus recorridos. Asimismo, los itinerarios propuestos también incluyen obras y artistas que sirven para conectar discusiones y prácticas en el contexto más cercano con las que tuvieron lugar en ámbitos internacionales.
Se consideran como puntos de partida el fin del exilio y el regreso de los viajes y estancias en países latinoamericanos de Mari Paz Jiménez en 1945, Jorge Oteiza en 1948 y Néstor Basterretxea en 1952.
Una genealogía que da forma a la comunidad artística reunida en torno al proyecto de la basílica de Arantzazu. Igualmente importante es el compromiso mostrado por los artistas y escritores que se opusieron abiertamente a la dictadura de Franco con la situación de los trabajadores represaliados en los años sesenta, como María Franciska Dapenak y Agustín Ibarrola de Estampa Popular, o las voces de poetas como Gabriel Aresti, Blas de Otero y Gabriel Celaya; de hecho, de este último tomamos el nombre del libro de poemas Movimientos elementales escrito en 1947.