Los recuerdos nos hacen crecer. De un día para otro, adquirimos nuevos recuerdos y construimos un directorio de hechos y acontecimientos y sus asociaciones. Con este "directorio de recuerdos" almacenado en nuestro cerebro, damos sentido a nuestro entorno y a nosotros mismos, juzgamos, tomamos decisiones y realizamos acciones conductuales calculadas. Vivir de forma independiente sería un gran desafío sin la capacidad de recordar todo lo que hemos aprendido y adquirido en nuestras vidas. A medida que envejecemos, a menudo se vuelve difícil recordar recuerdos formados previamente, lo que afecta nuestra capacidad para darle sentido a los eventos al unirlos. En la memoria disfuncional y en diversas enfermedades (incluido el Alzheimer), cuando los circuitos cerebrales se desconectan y la memoria se vuelve inaccesible o se borra, los individuos pierden la capacidad de saber quiénes son y reconocer a los demás.
Los circuitos cerebrales organizan recuerdos para conjuntos de habilidades y resultados de acciones que nos permiten realizar tareas. Circuitos cerebrales específicos están dedicados a distinguir y completar patrones para distinguir similitudes y diferencias, emitir juicios y decisiones y lograr el resultado apropiado de la acción. Incluso para una tarea sencilla, con la comida en un plato y un tenedor en la mano, el cerebro nos permite utilizar el tenedor correctamente para recoger la comida y llevárnosla a la boca para alimentarnos. Cuando alguien olvida algo, como la llave de un auto, buscamos pistas para activar el recuerdo. La alteración de los circuitos cerebrales hace que sea muy difícil completar tareas simples.