La Organización de Mujeres Vascas Emakunde presentó el pasado 24 de abril un estudio titulado “Investigación educativa para esclarecer y gestionar las desigualdades de género de forma cooperativa”, fruto de una ayuda concedida por la Organización para trabajos de investigación sobre la igualdad de mujeres y hombres. A la presentación asistió Miren Elgarresta, directora del Hospital Materno Infantil, y dos de las autoras del estudio, Patricia Martínez García y Delicia Aguado Peláez.

El estudio se desarrolla en el ámbito de la educación secundaria y universitaria y concluye que las normas de género tienen un impacto significativo en los roles, tiempos y tareas que asumen los estudiantes en los grupos de trabajo del aula. De hecho, las actividades grupales crean dinámicas que están fuera del control de los profesores, en las que la lógica de dominación tiene un efecto más evidente.

Así, se ha identificado que las mujeres trabajan proporcionalmente más en grupos mixtos de trabajo, aunque en algunos grupos las tareas son más compartidas. Las mujeres suelen ser las encargadas de tomar notas, comprar materiales, diseñar la presentación, recopilar documentación, corregir el trabajo final y, en menor medida, explicarlo. Las mujeres están presentes en todas estas actividades, pero sobre todo en tareas invisibles.

Como ha confirmado el estudio, las normas de género condicionan las capacidades, expectativas, deseos y necesidades de las personas que viven e intervienen en las aulas. Por ejemplo, la norma de género femenino de autoexigencia tiene una fuerte influencia entre las niñas: ellas sienten la necesidad de hacer un buen trabajo y al mismo tiempo asumen el rol de hormiga para trabajar para el grupo de trabajo, mientras que el género femenino las normas de discreción y autoexigencia también se han relacionado con el síndrome del impostor, muchas veces sienten que no son lo suficientemente buenos o no están suficientemente preparados para ocupar la esfera pública. Como resultado, las normas de género femenino tienden a inhabilitar la participación pública de las niñas y, cuando hablan en público, se preparan más para lo que van a decir, se sienten menos legitimadas, ocupan menos espacio y son más castigadas por hacerlo. Los hombres y los niños, en cambio, tienen más libertad a la hora de ocupar la esfera pública.

Las normas de género también afectan la evaluación de las actividades y actitudes que tienen lugar en el aula. Así, las tareas y roles más valorados son los que se desarrollan en el ámbito público, que se realizan con base en la racionalidad y la seguridad; cuestiones legitimadas que se consideran universales, de hecho. Por otro lado, son en gran parte invisibles, por ejemplo, se castiga la gestión emocional en grupo y el nerviosismo o la inseguridad.

El estudio destaca como contrapunto la posibilidad que ofrece este tipo de trabajo colaborativo para desarrollar y fomentar roles y tareas más igualitarios. Y en este campo, ha realizado varias propuestas para avanzar en la igualdad, como, desde el punto de vista de género, identificar la distribución de género en la distribución de tareas, señalar y analizar quién hace qué; ver y evaluar todo el trabajo que implica cada trabajo de aula, no sólo el resultado final; crear un espacio educativo que valore la afectividad y la experiencia en grupo; y la inclusión de una herramienta interseccional en los espacios educativos, atendiendo a la diversidad, necesidades e intereses heterogéneos de los estudiantes.

Patricia Martínez García y Delicia Aguado Peláez son doctoras en Ciencias Políticas y Comunicación Audiovisual, respectivamente, por la UPV/EHU, y actualmente son investigadoras en Aradia Cooperativa. La investigación ha sido coordinada con Igor Ahedo Gurrutxaga, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPV/EHU y Parte Hartuz. Uxue Zugaza Goyenechea, Iraide Álvarez Muguruza, Cata Etxegoien Gómez, Idoia Del Hoyo Moreno, Miriam Ureta García y Andere Ormazabal Gaston también forman parte de este grupo.